Hotel Manolo: La historia actual de un Belén vivo y… sonriente

Intoducción:

Esta noticia es un reportaje que nos ofrece Jesús Soriguren y nos explica sus vivencias habidas estas pasadas Navidades en el Hotel Manolo de Cartagena, seguro que os sorprenden, entusiasman y emocionan. Gracias Jesús.

Podéis escucharlo en tres piezas o leerlo.

 

…porque no encontraron sitio en la posada  (relato evangélico)

Ambientación: Descubrimos el año pasado un  hotel, en Cartagena. Poseía un tesoro para nosotros: Una habitación amplia, accesible para una persona en silla de ruedas (Ana) y sus acompañantes entre los que se incluye la mascota: un yorkshire terrier de 3 Kg, de peso (Pepe).  Nos sirvió como centro de operaciones para visitar la ciudad y sus alrededores, con un clima acogedor en unas  fechas de Navidad más relacionadas con el frío. No hay necesidad de explicar que la ciudad, incluida en tierras murcianas, se enorgullece de su amplia colección de belenes preparados con esmero…

Y pasó un año y quisimos repetir la experiencia pero…la habitación estaba ocupada, en noviembre, por una familia de refugiados ucranianos. En el hotel no sabían el tiempo de “ocupación”. Felizmente, a primeros de diciembre, nos anunciaron la buena nueva: “podríamos usarla en dicha fechas navideñas…”

El pueblo que estaba en tinieblas vió la luz…

La primera cena fue un poco…traumática. Coincidimos en el restaurante con un grupo de familias aparentemente normales. Se distribuían por familias y mesas. Todos muy educados, hasta los niños. 

Más que observar, interpretas. La joven madre con su hijo de apenas un año que tenía su peluche delante del plato y  al que había que ofrecer la cuchara con la comida antes que al niño rubio. Más allá la abuela con sus dos nietos a quienes dirigía algunas palabras en voz baja. Era la tónica general: No se levantaba la voz. Los componentes de una mesa apenas hablaban con la contigua, un indicio de que no eran españoles (somos más proclives a levantar la voz y conversar con los de al lado). Los varones eran minoritarios. El postre (elegían plátanos) se lo llevaban  a la habitación, supongo, así como unas botellas de diseño original, con agua, que estaban en el frigorífico. Eran rápidos en la consumición. ¡Ah! No tenían una carta con  menú especial.  Era el de todos.

Una camarera nos indicó que eran refugiados ucranianos y que llevaban hospedados en el hotel desde marzo. La guerra comenzó en febrero, un 24…

Espontáneamente me pongo en su situación: En su lugar ¿Cómo reaccionaría? ¿No me vendría…abajo?

 El ángel anunciador de buenas nuevas

Juan es uno de los conserjes. Lleva 38 años en el oficio. Archiva en la mente cantidad de historias: 

“Podía escribir un libro con las anécdotas que recuerdo. Hemos participado en cantidad de programas. Comenzamos con las mujeres maltratadas. Ahora, una ONG nos pidió colaboración con un grupo de familias ucranianos y aquí estamos. Al principio hubo algún problema de convivencia entre ellos pero ya se ha arreglado. En estos momentos son cerca de 50 personas de las que la mitad son niños. Estos se han integrado en el sistema escolar de la Comunidad y muchos de ellos se defienden con la lengua española. El hotel ha hecho un esfuerzo de integración. Varias mujeres colaboran en cocina, en la limpieza…Un varón, que sabe español, hace de camarero…Otras personas trabajan en la ciudad”

Y pienso: Desde la lejanía te habitúas a ver la guerra, si perdura, como un hecho natural inevitable como los terremotos, los tsunamis, las tormentas…El agresor forma parte del misterio (sinónimo de incognoscible) que habita en la oscuridad…¿Habrá que copiar la táctica de Herodes?

La vida, expresada en los niños, amenazada por los Herodes

Son el centro de la atención de los visitantes. Tienen su centro de operaciones en una habitación amplia, junto al hall. Allí juguetean, pintan, se mueven. La televisión gigante está apagada por razones obvias, lo mismo que los ordenadores. En un rincón se amontonan bicicletas, patines, juegos de mesa, puzzles…

Somos el centro de atracción porque llevamos a Pepe. Se acercan y todos quieren tocarle. Pepe, en principio, les rehúye pero, poco a poco, y con nuestras indicaciones,  se deja acariciar…

Mariana (11 años) hace de organizadora y nos cuenta su experiencia: 

  • “Ayer me tocó limpiar todo lo que dejaron en el suelo: cientos de piezas de puzle. Los pequeños son un poco…desordenados. Y lo que más me fastidia es que no quieren aprender español. Yo lo aprendí en 4 meses. Y me gustó. En cambio no conseguí aprender el ruso. Había unos fonemas que se me atragantaron. No sabía distinguir la diferente pronunciación que tienen”

El diálogo se interrumpe porque otro niño le pregunta algo en ucraniano. Mariana le responde en la misma lengua y el niño echa a correr como si hubiera visto a Herodes. Le pregunto por dicha actitud y me responde: 

  • Me ha preguntado que quién eras. Y yo le he dicho que eras profesor y ya ves. Os tiene un miedo atroz. Quizás ha tenido una mala experiencia con  vosotros

Me sonrío. Es cierto que cuando hay un griterío infantil suelo recurrir a la frase: “¿Dónde está Herodes?”, por supuesto en broma. O cuando me preguntan por mis aficiones culinarias suelo decir, humorísticamente: “Como de todos menos niños”  Pero nunca había visto esta reacción.

Alexa tiene 6 años.  Siempre la ves correteando luciendo  sus mofletes sonrosados. Tiene poca estatura. No llega al mostrador de la recepción donde está Juan. Le quiere enseñar su dibujo y su mano asoma con su “obra de arte”  por encima del mueble. Juan le felicita y le entrega otro dibujo que ha bajado de internet para que lo coloree. Más tarde viene con una mandarina para que se la pele. Previamente Juan le dibuja en la piel de la fruta, con un rotulador, la caricatura de la cara  con una sonrisa lo que provoca la “ira” de Alexa. Ella solo quiere la mandarina pelada. Cuando se la devuelve, Alexa corre hacia su sala de juegos pero se vuelve varias veces con la irritación reflejada en su rostro. Es algo momentáneo porque seguirá enseñando sus dibujos…

Ana comprará unas colecciones de lápices de colores de la marca Alpino, los lápices de nuestra infancia, y se lo entregará a Juan para que los vaya distribuyendo, con lentitud, entre los artistas. Mariana coloreará un dibujo de una niña (su madre la felicita porque es el mejor que ha realizado) y se lo regalará a Ana con una dedicatoria: “Para Ana de Mariana. Te quiero”. 

  • “Qué fácil es hacer felices a estos niños con cosas sencillas, sin grandes complicaciones–comenta Juan. Todos los años adorno el árbol de Navidad yo solo. Este año decidí que lo hicieran ellos con mis orientaciones. Y no ha salido mal…Ahora lo completan con los dibujos suyos…. Están tapando el árbol”
  • “Nosotros éramos de S. Nicolás- nos confiesa Mariana.  En estas primeras Navidades en España estamos descubriendo a los Reyes Magos. Ya los hemos pintado varias veces. Ahí tenéis un dibujo en el árbol…”

Mientras Juan hace gestiones con la gerente. Hay que llevarles a ver la Cabalgata de Reyes y hacerles algún pequeño regalo. Se lo merecen…

Sin querer recuerdo a un Niño que simboliza la vida. Y cada año intentamos reescribir la Historia, o enmendar el hilo de tragedia que envuelve a la humanidad. No sé si cada año sentimos  los mismos deseos (y la misma impotencia) de rescatar a la naturaleza humana de su vicio de copiar la conducta de Herodes… Aquí se cuida al Niño, se mima la Vida…

Un hombre sencillo pasaba por ahí

Su nombre, Iván. Se sonríe cuando algunos añadimos el apodo de “el terrible” recordando a un personaje histórico. 29 años. Se defiende bien con la lengua española. Le he observado en su trabajo de camarero en el hotel. Es rápido. No pierde el tiempo con comentarios. Pregunta del cliente- respuesta complaciente- servicio rápido en la mesa. Se lo comento preguntándole por su experiencia laboral. 

  • Llevo 3 meses en Cartagena. Pero he hecho de todo: camarero, barman, Director comercial…Trabajo también en la Cruz Roja de Alicante por temporadas. Y en San Pedro pero este trabajo no me gusta.

Estoy intrigado porque está en edad de “servir a la patria”, de defenderla con un fusil y se lo pregunto. Quizás no me ha entendido o no ha querido hacerlo. Me contesta con un escueto “no”

  • Militar, no. Tengo mujer e hijo pequeño aquí en España. Y a mis padres. Trabajo para mantenerlos..

También le pregunto por su futuro. Estas personas tienen pasado y presente pero el mañana es una incógnita

  • Yo soy de Mariupol, muy castigada con la guerra.  No se cómo quedará. No es probable que vuelva a una ciudad destruida. Además es difícil la convivencia con personas que tienen mentalidad rusa… 

Y los pastores que estaban en las cercanías fueron avisados por el ángel y vinieron a adorar al Niño

Un grupo de discapacitados psíquicos irrumpen en el Hotel. No necesitan presentación. Lo hacen espontáneamente:

  • Me llamo Carmen
  • Yo soy de Leganés. Antes era hincha del Lega. Ahora no. Ha bajado de categoría
  • ¡Jorge! ¿Cuándo cantamos?

La mejor presentación es la sonrisa. Nos lo recuerda Juan:

  • Con ellos es fundamental la sonrisa. Es algo así como un signo de normalidad. No hay que perderla aunque a veces nos parezcan raros sus gestos. Para mí hablar con ellos es contactar con la inocencia, esa cualidad que solo encontramos en los niños y en algunos adultos. Estos tienen la patente.

A mí me llama la atención el uso del “nosotros” que hacen los acompañantes auxiliares. Los “otros” no son los clientes, los discapacitados, los que nos pagan… Forman un colectivo homogéneo. Se nota cuando me explican la actividad que realizan:

  • Ayer “estuvimos” (no “estuvieron” o “les acompañamos”) en el Balneario de Archena –me explica Jorge, uno de los auxiliares- Además, escuchamos a un conjunto musical. Aprovechamos para ver la iluminación nocturna de Murcia. Se nos hizo tarde y volvimos a altas horas de la noche pero el Hotel nos tenía guardada la cena…
  • Venimos 10 para acompañar a 22. Pero se tienen que multiplicar mis compañeros porque yo cuido a Carlos, expresamente, día y noche. Llevo con él 10 años y no ha perdido nada de su dinamismo. Día y noche (me enseña una serie de marcas que lleva en el brazo realizadas en horario nocturno). 

Le pregunto por el gorro especial que lleva

  • Es para amortiguar los golpes cuando se golpea contra la pared o con alguna puerta…

Jaime, otro auxiliar,  está sentado en un sofá arropando con una manta  a una mujer que parece tener una crisis de frío. El malestar no le impide  quitarse las deportivas de los pies y tirarlas a distancia. Jaime las recoge una y otra vez, con paciencia, y me explica:

  • Le ocurre siempre que realizamos algún tipo de actividad física. Cuando volvemos le viene una especie de espasmos y pide algún tipo de protección de ropa…

Le pregunto por el descanso nocturno, si duerme con tranquilidad (y deja dormir…)

  • Por las noches tenemos que estar atentos porque se desvela y reacciona de la misma manera…

Tengo reparos en preguntarles por qué no cambian de profesión. Sé que la respuesta no está en la ausencia de puestos de trabajo apetecibles.  Algo tiene que ver el cariño que se refleja en la actitud…

Juan sale en defensa de las actividades de este grupo…original:

  • Llevamos años colaborando con estos grupos. Todos los años vienen diferentes personas. Y me parece bien. Ellos tienen su pensión y tienen todo el derecho del mundo a tener sus ratos de ocio como nosotros. Sé que es difícil para los acompañantes. Hay que reconocer que hacen una labor encomiable…  

Y en Belén de Galilea había más gente que no sale en el relato evangélico

Son la parte discreta del belén. 8 africanos jóvenes que apenas se les ve durante el día. Limpios, aseados, educados, te saludan con una sonrisa y algunos se llevan la mano al pecho y te hacen una leve inclinación de cabeza. Suelen estar sentados   en los sofás de la entrada con sus móviles, en los momentos previos a las comidas. En esos instantes no hablan entre ellos (como lo exige la cultura del móvil). Algunos vienen, con el balón de futbol, de practicar este deporte.

Juan nos explica su situación:

  • Han venido con la misma ONG de los ucranianos pero su llegada ha sido diferente: Han venido a España en patera. El idioma es difícil para ellos. No están integrados como los demás. Les ponemos a comer en una mesa en el bar. Allí sí que intercambian conversaciones 

Intento entablar una pequeña relación con ellos. Cuando están en el sofá, a la entrada, les enseño un video en el que un grupo de niños/as y adolescentes interpretan una canción navideña con música y ritmo. Los micrófonos son botellas pequeñas de plástico; la batería de música la forman una  serie de cubos de plástico de diversos colores que el niño que hace de “batería”, hace sonar con un palo; el teclado y las guitarras eléctricas son trozos de madera cortados con habilidad y señalados los distintos componentes del instrumento…Suena bien. Les pregunto en español, francés e inglés: “¿Tu país?” Lo observan, se ríen, se lo van pasando entre ellos y me lo devuelven sin perder la sonrisa… 

Y unos hombres con vestimentas medievales pasaron por ahí… ¿Eran los Reyes Magos?

Una mañana, cuando todavía estamos en la habitación, nos llaman para que veamos a unas personas con un vestido original que no saben explicarnos. Bajamos y nos encontramos a 8 personas vestidas como en la Edad Media se conocían como “cruzados” pero sin armas. Hábito blanco con escapulario, botas altas de montar a caballo, cruz de Santiago en rojo y algunos llevan un adorno de diversos colores en el hombre que les cuelga varios centímetros.

Tengo como lema no ser esclavo de la ignorancia y le pregunto a uno de ellos por…su identidad. El hombre “tiene tablas” y contesta de manera…genérica:

  • Somos los “heraldos del Evangelio” (o algo así). Estamos por muchos países y cada vez somos más. Hemos venido a estas tierras a cantar. Ayer dimos un concierto en Murcia y hoy lo hacemos en Cartagena. Los que llevan el adorno en el hombro son aspirantes. Los que no lo llevamos somos sacerdotes.

Tienen, por supuesto,  sitio en este belén viviente en el que se ha convertido el Hotel Manolo

¿Le han tratado bien?

Cuando estoy cargando el coche con el equipaje un vehículo aparca en la

 parte posterior impidiéndome extender la rampa posterior para que suba Ana. Le pregunto, educadamente:

  • ¿Va a tardar mucho? Dentro de unos 20 minutos tengo la intención de salir
  • No se preocupe. Estoy atento a su salida. Además soy el Director del Hotel
  • No me voy a andar con bromas- me sale espontáneamente

Efectivamente, cuando empezamos a realizar las maniobras de subida al coche, se presenta sin llamarlo y nos indica, amablemente, que retira el coche. Y me lanza una pregunta

  • ¿Le han tratado bien?

Le digo que sí, desde la distancia, pero mi mente es una riada de pensamientos de quien ha aprendido una gran lección tratando de huir del ambiente consumista adherido a la sociedad de hoy y que, quizás, no tiene mucho que ver con  el recuerdo de la primera Navidad, única…Alguien (¿Hannah Arendt?) dijo que “la renuncia al pensamiento, la irreflexión es la  antesala de la maldad…”

Sí, señor Director, los integrantes de este belén viviente me han hecho muchas preguntas sobre esa asignatura que tenemos que dominar bien: VIVIR BIEN

Me viene a la memoria la tesis del Papa Francisco, en su discurso navideño,  previniendonos sobre  esta cultura de la indiferencia que se está adueñando de la humanidad con esa falsa esperanza de la felicidad. La indiferencia es la gran enfermedad de hoy: mirar para otro lado Aquí, por unos instantes,  he educado la mirada. Gracias a todos.

Autor y protagonista del relato: Jesús Soriguren, socio de Mundo Motiva y parte del equipo de redacción.